la vida es ese continuo y preciso trascurrir de emociones, sentimientos, sensaciones y acciones. Todas tienen sentido, todas tienen valor y todas la configuran.
maria

miércoles, 28 de diciembre de 2011

sobre la soledad del masoquismo



En muchas ocasiones he vivido la tendencia masoquista con una inquebrantable soledad, como un cierre de sensaciones poco participativas que me engullian como una ostra, como una especie de reto a las sensaciones del otro, como si esas sensaciones, las del otro digo, anduviesen por un lado mientras que el dolor, ese dolor que me provocaba fuera unicamente mio, podria parecer egoista o no, ni me meto a juzgarlo, pero era el sentimiento.

Es cierto que este argumento lo he oido en muchas ocasiones, y aunque a veces me he obstinado en llevar la contraria, pocas han sido las situaciones en que no ha ocurrido, no voy a sobredimensionar pero tampoco a infravalorar, pero si que quiero expresar la enorme diferencia -para mi claro- que existe entre el dolor cuando uno se cierra y el dolor cuando uno lo vive en compañía, porque entonces el dolor, aunque sea el mismo, solo es una forma de volar a un mundo de sensaciones donde una cuerda muy fina une la fusta con el culo azotado y lo convierte en lo mismo, es entonces cuando una siente que ya no es una sino que es vida.

maria

Desnudez


Quitémonos cualquier vestigio de refajo puritano y démonos una oportunidad de practicar la desnudez. El camino es darnos cuenta de que nuestro alarde de virtud no es sino la mordaza de nuestras necesidades; nuestro alarde de virtud no es sino una prótesis artificial, una herencia que nos ha sido impuesta, a golpe de capón, por un tipo de educación limitador y anacrónico, jamás por la naturaleza. No es el impulso natural del hombre lo que demanda la sociedad, sino precisamente lo contrario, esto es, el modo errado e infeliz en que el hombre ha aprendido a contener esos impulsos.

Utilizar la vida sexual para desprestigiar a quien consideramos nuestro enemigo es una profanación, execrable e indigna, de la intimidad. Es ganar la batalla como una rata. El sexo es lo más íntimo, lo más sagrado y milagroso que ocurre entre dos personas. Incluso las hay que no se dan del todo al otro si no es follando. Hay quienes abren su corazón únicamente en la cama, al abrigo de miradas, de normas o de reproches. Es el lugar donde la debilidad del ser humano adquiere sentido y se vuelve grandeza. Porque la piel es de verdad, no miente. Y tampoco mienten los labios y las manos, o una polla que se hincha o un coño que se moja. La cama es el lugar donde emerge la bestia enamorada que hay en nosotros, donde la imaginación da rienda suelta a los trazos más sublimes, donde jugamos y reímos y suspiramos y jadeamos con mayor gloria, donde sin sufrimiento y gozando nos desfondamos y sudamos hasta reventar, donde probamos la medula del otro mientras le ofrecemos la nuestra, entre las sabanas. El sexo trae el paraíso a la tierra de los mortales.

L. Beccaria

domingo, 25 de diciembre de 2011

Suerte compartida


No se porque pero hoy me viene su imagen a la cabeza, no se si por las prisas que veo en las caras desde la ventana de mi nueva casa o por esa tranquilidad en mi corazon con las notas de Listz, pero me viene un recuerdo navideño, o al menos uno vivido en navidad.

Hace años trabajaba en transportes publicos, era nochevieja y tenia turno, sobre las once de la noche, me fije en que en la estacion donde estaba, un muchacho daba vueltas de un sitio a otro, iban pasando los minutos, yo esa noche como otras de nochevieja llevaba mi paquetito de uvas de la suerte, la tartera con unos langostinos y una botella de cava en una pequeña nevera, lo habia abierto en la mesa de trabajo y colocaba el reloj digital a cuyos pitidos comeria las uvas.

Quedaban quince minutos para las doce y vi al mismo muchacho que ya habia dejado de pasear de un lado a otro del anden, ahora sentado en uno de los bancos miraba al vacio, mire mi reloj, apenas diez minutos, asi que me acerque, el me fue mirando segun llegaba y sonrio cuando estaba a su altura.

En mi camino hacia el pensaba en las cosas que le podria decir, que le iba a preguntar, pero al llegar a su altura solo le sonrei y le dije, ¿te apetece que compartamos las uvas?, el sonrio, miro al reloj y me dijo: "pues si te apetece a ti, creo que me han dado planton".

Y compartimos doce uvas, una copa de cava y unas sonrisas, una charla de su plantón y otra de mi vida, habiamos decidimos repartir seis uvas para cada uno, asi que cada dos campanadas mordiamos una uva para partirla en dos.

Seguimos sonriendo hasta su marcha, hasta que yo tuve que cerrar mi servicio nocturno, hasta que sali de esa estacion con el frio de la noche en mi cara, no supe mas de el, solo que este donde este al igual que yo, lleva la mitad de mi suerte, y yo llevo la mitad de la suya.

Esa noche deje de tomar uvas.

A los que pasais por aqui os deseo de todo corazon que vuestra suerte, sea o no compartida, os lleve a vivir la vida que deseais, un beso y mil sonrisas.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Insomnio


Mi actual reacción ante el timbre telefónico es una actitud hostil de rechazo, también de urgencia y de miedo. Sin embargo, aunque la idea inicial es de huida, ese sonido me atrapa, no me deja escapar y me obliga a lanzarme precipitadamente ante esa llamada, sabiendo de antemano que solo me reportará un sentimiento de tristeza y de malestar.
Todo comenzó hace algunos meses.
Eran las cuatro de la mañana. La fría noche estaba dando el relevo a lo que seria un lluviosos y gris día de otoño. Cuando sonó el teléfono, un sobresalto y percepción de alerta recorrió todo mi cuerpo. Una voz, más bien grave, preguntó si me despertaba. Quede atónito, no reconocía dicha voz, y no se la adjudicaba a ningún pariente ni amigo intimo, personas estas a las únicas que se les supone potestad para importunar el sueño a estas horas.
- ¿Quién es? – le pregunté.
Me dijo que me llamaba porque no soportaba más aquel maldito dolor.
- Pero ¿Quién es? ¿me conoce? – volví a preguntar.

No, no me conocía, y no se había confundido de número. Se le había ocurrido llamar a cualquiera. Y repito, eran las cuatro de la madrugada. Me dijo que había cogido la guía telefónica y escogido un número al azar. Así que mi violento despertar, además de inútil e innecesario, había sido producto de la casualidad. Estuve a punto de colgarle, pero un arrebato de curiosidad me hizo preguntarle como se le había ocurrido llamar a un desconocido para contarle que tenía un fuerte dolor, no se donde. Al parecer, llevaba haciendo lo mismo varias semanas, se pasaba las noches hablando con desconocidos, contándoles su sufrimiento.
- ¡será masoquista! - pensé
Según me dijo, la mayoría le escuchaba y compadecía su dolencia, otros sin embargo, le increpaban y colgaban.
-¿Cuál es su problema? – le pregunté
- Este maldito dolor que no me deja dormir. Por el día lo voy soportando con un montón de drogas, pero por la noche se hace insufrible.
- ¿Dónde se asienta su dolor? – me atreví a preguntar, un poco por seguir la conversación y dar sensación de interes.
- En la cara, maldita sea, en la cara. Concretamente en el maxilar superior.
- Y ¿no ha acudido al médico? –pregunte ingenuamente.
- ¿Médicos?, claro que he acudido a médicos. Al principio, hace algunos meses, cuando empezó esta tortura, les deposite toda mi confianza, pero uno a uno fueron terminando con mi paciencia, con mi ilusión, con mis ganas de vivir, pero, maldita sea, no consiguieron acabar con el dolor.
- ¿No han acertado con el diagnóstico? – pregunte.
- Sí, acertar, por lo menos todos coincidieron en el diagnostico. Yo a ellos no les echo la culpa, pero el caso es que aquí me encuentro, solo, desesperado, con un dolor de muerte en el maxilar superior derecho.
- Bueno, solo, lo que se dice solo no esta. Yo estoy aquí –le dije un poco para consolarle.
- Sí, lo sé, y no crea que no se lo agradezco. Aunque le parezca grotesco, mientras consigo hablar con alguien por teléfono, parece que el tormento se calma. Es como si el dolor quisiese escuchar la conversación, se concentra, se queda tranquilo y no se hace notar, es como si nos espiase.
- Bueno, pues me alegra poder servirle para algo, lo cierto es que mañana tengo que madrugar para ir a la oficina, pero si le puedo aliviar en algo su pesado sufrimiento, y usted quiere, no me importa seguir hablando más.
Ya estaba totalmente desvelado y sabía que no me volvería a dormir.
- Lo que no puedo llegar a comprender –me dijo- es por qué me duele el maxilar si ya me lo han quitado. Y si solo fuese el maxilar, pero es que me han quitado media cara, maldita sea.

Poco a poco me fue relatando minuciosamente su angustia, su calvario, su desesperación. Iban pasando las horas, horas de madrugada. Ya nos tuteábamos. Se llamaba Alfonso tenia 43 años, había nacido en un pueblo de León y llevaba viviendo en Madrid doce años. Estaba separado. No había querido llamar a Rosa, su ex mujer para contarle su problema, a pesar de que no había sido una separación traumática. No tenían hijos, Rosa era extremeña y había vuelto a vivir a Badajoz. Habían quedado como amigos, pero no quiso preocuparla, en realidad la seguía queriendo. A veces se ponía a pensar y no entendía el porqué de la separación. Pero ahora, era demasiado tarde para intentar reconciliarse. No soportaría ser motivo de compasión. Prefería desahogar sus penas por teléfono, con desconocidos, con gente sin rostro, con gente como yo, que aun no comprendía por qué llevaba ya cerca de dos horas al teléfono. Y lo más curioso es que no tenía sueño. Cuando decidió colgar no pude impedírselo, y me sorprendí a mi mismo rogándole que me volviese a llamar. Me preguntó el porqué. No pude contestar. Ni yo mismo sabía la razón. Simplemente le insistí en que volviese a marcar mi número.
La noche siguiente la pasé despierto, oyendo música, leyendo, esperando impacientemente que me llegase el sueño, cosa extraña en mí, que en horas de descanso onírico suelo pecar más por exceso que por defecto. En realidad lo que estaba esperando con impaciencia era la llamada de Alfonso. Pero fue en vano. No hubo tal llamada.
La primera claridad del alba me pilló en un estado de semiinconsciencia. Mi mente había estado vagando en busca del desconocido interlocutor telefónico. Había recorrido barrios enteros, se había adentrado en los hogares de multitud de extraños, y había escudriñado miles de aparatos telefónicos. Cuando regresó de su viaje cósmico pudo encontrar mi cuerpo vestido, tumbado sobre la cama, con la mano tendida hacia la mesita de noche, como esperando el ring telefónico y apresurarse a descolgar.
Pasaron varios días, con sus respectivas noches. Me había convertido casi en un insomne, pero no se produjo ninguna llamada. ¿Por qué estaría anhelando tan desesperadamente esa llamada? – me preguntaba. Por fin me doy cuenta. Hacia tiempo que no me sentía útil, mi aburrida cotidianidad me estaba ahogando, y el hecho de esa llamada había sido un revulsivo, me había preocupado, había despertado sentimientos que tenia escondidos, sentía que había algo importante, me daba cuenta que estaba vivo. En realidad quería que me llamase más por mí que por él.
A media tarde suena el teléfono, me precipito hacia el, y tras unos segundos de indecisión lo descuelgo. Eran de la oficina y querían saber que me ocurría. Les cuento que me hallo bastante enfermo y que tardare algún tiempo en aparecer por allí. Me dan ánimos para que me restablezca pronto.
Eran las cuatro de la madrugada. Cuando sonó el teléfono, un sobresalto y un sentimiento, esta vez de satisfacción, recorrió todo mi cuerpo.
-¿Qué tal estás? – le pregunté.
- Es insoportable, ya ni por el día consigo aplacar su violencia. Este dolor se hace insufrible. Es como si un hambriento hurón hubiese anidado en mi cara y se alimentase de ella. Solamente ahora, cuando hablo por teléfono parece que se calma un poco, pero no se aleja del todo, parece que va perdiendo curiosidad por las conversaciones que mantengo, es posible que me repita en exceso, es posible que me haya vuelto monótono.
- Te estaba esperando – le dije.
- ¿Por qué no me llamaste las noches pasadas? – le pregunte- ¿Has hablado con alguien?.
- Sí – me contesto- hice unas llamadas al azar, como siempre. Hace un par de días una voz ronca, me insulto y me colgó. En otra ocasión me pareció interrumpir los jadeos de gozo de una pareja y fui yo el que colgué rápidamente. Ayer fue una voz femenina la que estaba al otro lado, una voz calida, muy agradable, por cierto. Estuve un largo rato charlando con ella, pero al final se puso a lloriquear, y yo no soporto oir llorar a una mujer, así que tuve que colgar. Hoy me acorde de ti y por eso te llamo. Tengo que decirte que es la primera vez que repito llamada, nunca antes había llamado dos veces a la misma persona.
- Eso me halaga – le dije-. Yo también me estuve acordando de ti estos días pasados.

Comenzó a relatarme sus tormentos, sus angustias, sus temores, no ya con ánimo de compasión o masoquismo, sino más bien como forma de liberación. Era como si al relatar todo su intenso dolor, parte de él mismo se quedase pegado a la línea telefónica. Ayer había acudido al hospital, le hicieron unas pruebas y le dijeron que todo iba bien, pero el había podido ver unas pequeñas bolas en la radiografía del pulmón. No entendía mucho, pero la cara de la enfermera era como un libro abierto.
Poco a poco fueron pasando los días. Las conversaciones con Alfonso se sucedían cada vez con más frecuencia. Casi todas las noches hablábamos, pero mis intentos por conocerle en persona fueron inútiles. Ni tan siquiera me dio su número de teléfono. Era el, quien decidía, o no, iniciar la interlocución telefónica.
Desde entonces, el espacio en mi dormitorio había cambiado. Antes, solo me contenía a mí, pero ahora esta ocupado por el timbre. Y mi voluntad esta condicionada por la voluntad de quien llama, o quizás por la voluntad del objeto que llama.
Hace unas semanas que ha dejado de llamar. No me atrevo a leer la prensa. No me gustaría leer alguna noticia desagradable de un tal Alfonso. Las ultimas conversaciones hacían prever un pronto desenlace, natural o intencionado.
En la actualidad tengo sensación de indefensión, de desamparo. En mi dormitorio, que antes consideraba como un santuario inexpugnable, ahora me siento observado y escudriñado por desconocidos. Por desconocidos que en cualquier momento pueden hacer sonar el timbre. Pero a su vez, estoy deseando que suene.

Convertido ya en un autentico insomne, me paso las horas de la noche paseando alrededor del aparato telefónico. Mientras la ciudad duerme, yo velo la noche.
Al fin descubro una forma de liberación. Tomo la guía telefónica y escojo un número al azar.
- ¡Hola! No me conoces, pero me gustaría charlar un rato contigo.

Muchos reaccionan mal y me cuelgan después de insultarme, pero otras veces consigo entablar alguna agradable conversación. Cuando algún número comunica pienso que puede ser Alfonso, pienso que esta narrando a otro desconocido su intenso dolor físico, me siento algo celoso, me esta siendo infiel. Estos pensamientos desaparecen cuando alguien me responde, cuando comienzo a narrarle mi problema, problema de soledad que no se trata de un dolor físico, pero quizás sea más amargo y angustioso.
Me he aficionado a hablar con desconocidos por teléfono. Además, mi condición de insomne perpetuo me permite disponer de mucho tiempo. Tiempo medido por el reloj, y ya se sabe que la muerte esta escondida en los relojes. Todo es valido para salvarse del tiempo, incluso hablar con desconocidos, con gente sin rostro, sin espacio ni tiempo.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Demencia



A pesar de que acabo de abrir los ojos, sigo viendo la misma oscuridad. Estoy algo confuso. No se donde estoy, ni recuerdo nada de mi pasado, lo único que sé es que esto está oscuro, que la cabeza me duele y que fuera llueve. Ya se algo más. Estoy en un lugar cerrado, por el ruido de la lluvia y porque no siento el aire ni el agua de la tormenta. 

El silencio es absoluto aquí, luego debo estar solo. ¿Por qué no recuerdo nada? Tal vez esté en algún tipo de laboratorio de experimentación, o incluso en un hospital. Claro eso debe ser. He sufrido un accidente. Si fuera así, ¿por qué esta todo tan oscuro? Descarto automáticamente la opción del hospital, porque en estos siempre hay luz, aunque sea de emergencia. ¿Habré dormido durante mucho tiempo? Tal vez sea de noche, y por eso el silencio y la oscuridad; estoy en algún sitio donde todos duermen, eso debe ser. Tampoco me convence, ¿y los ronquidos? ¿Y las ventanas con la luz de la luna?.

Decido pasar a la acción y tantear a un lado de la cama. Hay una mesita, supongo que de noche. Sigo palpando y siento el frío tacto de algo metálico, el ruido me confirma que no es un solo objeto. Son instrumentos alargados, ligeros y con muescas. Tal vez sean unas pinzas o cualquier otro tipo de instrumental médico, lo que me despierta la idea de que este en una instalación médica, aunque el que este en un laboratorio de experimentación tampoco es absurdo…sigo palpando y noto entre mis manos lo que parece ser un vaso con agua, lo cojo y bebo un sorbo, pero un sabor amargo muy intenso me hace escupir al instante. Sin duda alguna le han echado algo al agua. Seguramente sea algún tipo de sedante, para mantenerme dormido, o ¿por qué no? algo que ha hecho que no recuerde nada de mi pasado ni de mi mismo y que tenga este horrible dolor de cabeza. 

Esto va teniendo sentido, por alguna razón que no recuerdo alguien me está administrando un medicamento para no recordar algo que sabia y que debía mantener en silencio. Sí, tal vez sea una tontería, pero en mis condiciones actuales no puedo recordar nada. Dejo el vaso en su sitio y continuo palpando en busca de algún tipo de interruptor o de lámpara que me permita volver a la luz, pero no encuentro nada. Decido palpar por la pared y por el otro lado de la cama antes de continuar escrutando la mesita, pero no obtengo recompensa. Supongo que tendré que seguir a oscuras. Continuo con la mesita de mi derecha, y encuentro un libro pequeño, con las hojas muy finas, como una biblia, lo cual me desconcierta bastante, porque lo mas lógico es que sea un libro que leo para coger el sueño. 

No tendría sentido que mi supuesto secuestrador me dejara un libro para leer antes de dormir. Aunque la idea de que pudiera estar confinado en algún sitio contra mi voluntad, me hace buscar algo para escribir, y palpo nervioso entre los instrumentos metálicos, encuentro un bolígrafo, si debe ser algún tipo de diario, en el que apunto mis andanzas en esta horrible prisión. Sigo palpando y encuentro un instrumento plano con el que me hago una herida, sin duda es un bisturí, esta muy afilado, chupo mi sangre que no para de manar, el corte no es profundo y se detiene.

No hay mas en la mesita, voy al otro lado de la cama y mas alejada hay otra mesita, palpo unas esposas de tela, el miedo me llena, son las esposas que ponen a los locos, lo que me da dos alternativas o estoy loco o me retienen contra mi voluntad, me inclino por la segunda opción pero me extraña tanto no estar atado, deben confiar en que no me iba a despertar en un buen rato. Se equivocaron, debo buscar una salida rápido, pero debo ser cauteloso, si estoy retenido no me dejaran salir así por las buenas. No se como soy capaz de pensar el dolor de cabeza es insoportable.

Me incorporo y percibo una atmósfera fría de esas que se respiran en los antiguos caserones. Cuando saco los pies de la cama siento como una estantería metálica, deben pensar que estoy muy débil para que algo así me impida salir. Me pongo de pie, pero no puedo sostenerme y caigo de nuevo en la cama, no tengo fuerza en las piernas, debe ser el sedante que había en el agua. Lo intento de nuevo y consigo aguantar agarrándome a la pared, con mucho esfuerzo voy poco a poco andando, es una habitación enorme con pocos muebles, seguramente es una casa abandonada, acondicionada para oscuros propósitos de mi secuestrador.

Sigo buscando una puerta, un interruptor o una ventana pero la luz sigue sin aparecer. De repente, veo pasar algo por delante de mí muy rápidamente y caigo al suelo asustado, en posición de defensa esperándome un ataque para el que no estoy preparado. El silencio sigue siendo absoluto. Nada ni nadie me ataca y tampoco hay señales de mas movimiento a mi alrededor, tal vez fuera un murciélago o un insecto volador. Con esfuerzo consigo ponerme de pie y sigo buscando. Todavía estoy nervioso y alerta, por fin encuentro el interruptor, lo acciono rápidamente pero no consigo resultado alguno, la misma oscuridad angustiosa sigue monopolizando mi visión y se me plantea un nuevo dilema, o no hay luz en la casa o han quitado las bombillas de mi prisión.

Sigo oyendo el golpear de la lluvia en el exterior y consigo andar tambaleando hasta que palpo lo que me parece una puerta, un suspiro de éxito se escapa de mi garganta, además la puerta cede a la presión del picaporte pero tanto ímpetu pongo que hago tambalear algo que se encuentra al lado de la misma y oigo un recipiente que se hace añicos contra el suelo, mientras siento un liquido caliente que cubre mis pantalones, el miedo se apodera de mi, si esta caliente es que hace poco lo han dejado, alguien debe andar muy cerca, el terror se acrecienta en mi cabeza que no para de doler.

Salgo a lo que debe ser un pasillo, un hedor insoportable fluye en el ambiente, voy tanteando despacio, el ruido anterior consiguió no despertar a mis secuestradores, o mas bien mis torturadores, si eso debe ser, encuentro una puerta en mi camino, la abro despacio mientras parece que camino algo mejor, es una habitación probablemente o será mi salida, no se, continuo pisando un suelo frío como de losetas, me golpeo en la pierna contra algo, es una cama, si parece una cama, un cuerpo inerte y pequeño descansa sobre ella, el olor se hace mas insoportable, el cuerpo no se mueve, pienso un segundo mientras sigo palpando y encuentro otra cama con un cuerpo como el anterior, el olor repugnante lo llena todo, eso es, si eso es, es un pequeño deposito de cadáveres donde hay cuerpos de niños envueltos, tengo que salir de allí, los niños y el hedor, ahora ya estoy seguro, aquí experimentan con nosotros, pero, ¿quienes somos nosotros?.

Abandono la habitación aunque el hedor parece seguir acompañándome, un ruido lento parece acercarse pero oigo como un gruñido, si, es un gruñido, no se que hacer debo continuar, salir del caseron, encontrar la puerta, pero no veo nada, todo es negro y encima el terrible dolor de cabeza, las piernas que son tan débiles, esta dificultad para andar, todo mojado de ese liquido caliente que se va enfriando, y el maldito olor.

Decido arrodillarme e ir despacio tanteando las paredes del pasillo que me encuentro hasta encontrar la puerta de salida, por fin parece que estoy llegando cuando oigo el ruido del gruñido avanzar hacia mi, hago un ultimo esfuerzo y consigo llegar al picaporte y la llave, justo en ese momento el gruñido alcanza mi cabeza, un peso sobre mi cuerpo, la presión hiriente que se clava en mi cara, salgo por fin salgo, corro, todo oscuro, la hierba humeda bajo mis pies, la sangre mana por mi cara y de rodillas caigo…… ya no siento…..
 
Diario de J.Lopez :
 

Querido diario creo que no había escrito nada de mi padre hasta hoy, anoche no se como consiguió levantarse, se nos olvido poner las sujecciones de la cama y se tiro de esta, el destrozo fue increíble, el jarrón de Laura hecho añicos, los niños revolucionados con los golpes, saltaban en sus camas gritando y allí estaba él, en el jardín, lleno de orina y excrementos con una mirada perdida, con una mirada diría que de horror y sin decir nada, mi padre quedo ciego hace muchos años de un terrible traumatismo en la cabeza, pero la mayor dureza fue cuando apareció la demencia, llame esta mañana a su medico, ella le estuvo explorando y no vio nada nuevo, ha aumentado la dosis de sedantes nocturnos dice no se que palabra de alteraciones psicoconductuales, manía tienen de poner nombres raros, a mi lo que me preocupa es que se de cuenta, la cara de horror que tenia me estremeció y las dentelladas de nuestro pastor alemán mas todavía, pero ella dice que no, que cree que no, que no se da cuenta.

Espero que así sea.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

te quiero puta



Años setenta en Madrid, un nuevo barrio lleno de casas del ministerio de la vivienda, familias que emigraban de otras zonas, matrimonios jóvenes, niños en edad escolar, pocos colegios, pocos recursos. La calle era entonces lugar de encuentros, un barrio en construcción que dejaba pequeños pasadizos donde jugar a las prendas o a la botella, pandillas de todas las edades y un caballo novedoso que llenaba el cuerpo de otras sensaciones, por aquel entonces los juegos eran en la calle, los integrantes muchos y las pellas se hacían en el bar de la esquina, con un flipper y un futbolín, bueno quien las hacia claro, que una era cuando tras dejar su vocación de misionera en el África ecuatorial, soñaba con ser ajustador matricero.

Salía del instituto siempre un poco antes que yo, recuerdo su minifalda de cuadros rojos y negros, su jersey pegado y un cigarro que se atrevía a llevar por la calle, por aquel entonces yo tapaba mis incipientes pechos con una carpeta y encorvando la espalda, hubiese querido echar humo de esa forma, con esos labios rojos como las fresas, pero llevaba el pelo recogido en coleta y andaba deprisa para llegar a casa.

Uno de esos días que admiraba a aquella muchacha de maquillaje estridente, pasaron a mi lado y los escuche, se decían unos a otros “es una puta”, lo decían llenándose la boca de la palabra, con un brillo de maldad incipiente de la adolescencia, con un tono de herir, no pasarían de los quince años y sus cuerpos se escondían como reptiles en grutas, mientras sus bocas se abrían con sapos deleznables, reían y gritaban con voces bajas, “que puta es”.

La timidez que entonces me embargaba me hizo mirar al suelo, enrojecer hasta las pestañas y apenas elevar la mirada cuando ella, majestuosa e imponente, daba media vuelta y nos miraba, vi la risa envuelta en sus pupilas, vi sus dientes blancos mientras estallaba en carcajadas.
¿Abuela por qué llaman a la chica del 208 puta?, no lo sé mari, pero a la gente le gusta mucho insultar, ser puta es un insulto niña.

Y me lo dijeron, me lo dijeron porque haciendo un esfuerzo de tripas, me acerque a esas víboras de lengua afilada y pregunte. Me contaron como aquella niña se acercaba al depósito de agua, a aquel rincón apenas frecuentado, con unos y con otros, como tocaba, lamia y disfrutaba de los cuerpos cuyas bocas la insultaban, como daba placer y recibía, como era ella misma, como liberaba su jersey y sus pechos, sus bragas caían y las manos de otros con las suyas jugaban a ser lo que les apetecía.

No me costó tanto acercarme a ella, apretar un poco mas el paso y ponerme a su altura, reírme con su risa y compartir sus lagrimas, descubrir lo que era lo que otros llamaban puta, descubrir a la mujer, a la hembra deseosa, a la que no le importaba nada más que disfrutar de la vida, ver como lo que me contaban desdibujaba un insulto y convertía la palabra puta en una bella palabra, una palabra que no me ofende y que me gusta, una palabra que solo a los que veo bellos, libres, pensadores y disfrutadores de la vida me atrevo a decir, porque para mí ser puta es aquella persona que no pide nada a cambio, o si, miento, pide mucho, pide que quien este con ella sienta, sea feliz y disfrute con el alma, aun a pesar de que cuando la dejen, cuando suban su bragueta y esten con otros digan con desprecio, “es una puta”.

Quizás por eso sigo sintiendo que lo mas bello que me han dicho en la vida es: Te quiero puta.

Feliz puente a todos, y disfrunten de la vida, o al menos permítanselo, claro solo si les apetece.

Miles de sonrisas.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Wagner y el Barça




Hoy mi amiga shere me decía que los wagnerianos somos del Barça, no tenía claro si en la actualidad éramos fumadores de malboro pero sí que lo habíamos sido de ducados, por un momento en la conversación shere me recordó a la señorita marple de Agatha Christie, tengo que reconocerlo, personaje que por otra parte ha ocupado horas de lectura, creo que no he dejado de leer ni uno de sus libros, es curioso la señorita marple es una gran compañera de viajes en tren, es el sitio donde más la he situado, no sé si querrá decir esto algo, pero es así.

Pero volvamos a Wagner y al Barça que me disperso, me imagino que shere generaliza, más que nada porque dentro de la cantidad de personas que viven a Wagner un porcentaje nada desdeñable ni sabrá que es el Barça y por otro lado los que disfrutan con el Barça o sencillamente son del Barça, habrá un porcentaje nada despreciable de no haber escuchado nunca a Wagner, fíjense que pienso que hay mucha más gente que sabe que o quién es el Barça, que sepan quién es Wagner, quizás porque aunque a veces me resulta sorprendente tendemos en todos los sitios a recomendar cultivar el cuerpo y muy poco cultivar la mente, claro que a lo mejor mi error esta en pensar que los del Barça cultivan el cuerpo, que lio no?.

Pero si yo soy del Barça no es ni porque me guste el futbol, ni porque cultive el cuerpo, mas bien no lo hago, una es sencillamente del Barça por ese amor platónico infantil, cuando vi a Cruyff me apasione, me podía haber hecho del Ajax pero me sonaba a estropajo y desde entonces del Barça, una es así, cuando amas pueden pasar mil cosas pero el amor es difícil muy muy difícil que abandone, le puedes dejar escondido o sencillamente durmiendo, pero produce tantas sensaciones y es tan bello que te niegas a dejarlo marchar.

Y pensando en Wagner, que el hombre fue el principio de la conversación, se puede ser Wagneriano así en todo?, porque mire Ud que de momentos tuvo este hombre, que evolución en sí mismo, claro que me imagino que como todos, no?, me hace gracia pensar que el evoluciona de forma gradual sin grandes estridencias en sus cambios, pero con qué parte me quedaría? No lo dudo, pero lo sabrá shere? Para mi Tristán e Isolda, pero es que claro una es más bien impresionista.

Me voy a disfrutar del domingo, que mañana es por fin lunes, y empieza una semana diferente, que gusto.

Saludos, sonrisas y feliz puente.

maría