Muchas veces me he preguntado en que nos basamos como seres humanos para distinguir, discriminar y originar una creencia o al menos una interpretación sobre los demás.
Pienso en la dificultad de poner dentro de una caja de ideas lo que nos lleva de tiempo y habilidades a los seres racionales para dar el gran paso entre el juicio y el prejuicio; será también porque es complicado preguntarnos ¿Qué tan bien conocemos a otro individuo? O bien, ¿Realmente nos conocemos a nosotros mismos? Y pensándolo bien, para un ser humano el descifrar la totalidad del ser ajeno requiere un análisis casi –diría yo- divino; requiere de una sabiduría que supera con creces la comprensión de mente de cualquier otro ser humano.
Hay una línea que queda diluida entre los océanos del conocimiento, y es la que pasa justo entre la frialdad de las estimaciones analíticas y las muy subjetivas estimaciones espirituales. Y si la primera nos lleva a ver el ser humano desde su forma de objeto, sin el calor del sentimiento y sin la chispa de la vida, la segunda –que podría denominarse alma- se debate en un continuo luchar con la nuestra tan propia, esa profundización casi romántica del ser humano. Difícil decisión, ¿habrá alguna oferta mejor?
Puede que no, y puede que cada uno de nosotros mismos reme a contra corriente de su propio río de creencias, para no cruzar a la orilla donde los juicios y los prejuicios nos hacen naufragar con el resultado de ahogamiento de los analizados, y puede que en ocasiones el numero de remeros se vaya multiplicando por ese deseo humano de pertenencia al grupo, sin mas miramiento que nuestro propio bienestar, pues hay cadáveres que quedan en la orilla formando un bonito espectáculo para sentirnos lo que muchas veces nos decimos no ser.
Y puede que esto en realidad sea un juicio y un prejuicio.
Disfruten de la vida, disfruten de su vida y naveguen o no, es sencillamente una decisión personal.
maria
Pienso en la dificultad de poner dentro de una caja de ideas lo que nos lleva de tiempo y habilidades a los seres racionales para dar el gran paso entre el juicio y el prejuicio; será también porque es complicado preguntarnos ¿Qué tan bien conocemos a otro individuo? O bien, ¿Realmente nos conocemos a nosotros mismos? Y pensándolo bien, para un ser humano el descifrar la totalidad del ser ajeno requiere un análisis casi –diría yo- divino; requiere de una sabiduría que supera con creces la comprensión de mente de cualquier otro ser humano.
Hay una línea que queda diluida entre los océanos del conocimiento, y es la que pasa justo entre la frialdad de las estimaciones analíticas y las muy subjetivas estimaciones espirituales. Y si la primera nos lleva a ver el ser humano desde su forma de objeto, sin el calor del sentimiento y sin la chispa de la vida, la segunda –que podría denominarse alma- se debate en un continuo luchar con la nuestra tan propia, esa profundización casi romántica del ser humano. Difícil decisión, ¿habrá alguna oferta mejor?
Puede que no, y puede que cada uno de nosotros mismos reme a contra corriente de su propio río de creencias, para no cruzar a la orilla donde los juicios y los prejuicios nos hacen naufragar con el resultado de ahogamiento de los analizados, y puede que en ocasiones el numero de remeros se vaya multiplicando por ese deseo humano de pertenencia al grupo, sin mas miramiento que nuestro propio bienestar, pues hay cadáveres que quedan en la orilla formando un bonito espectáculo para sentirnos lo que muchas veces nos decimos no ser.
Y puede que esto en realidad sea un juicio y un prejuicio.
Disfruten de la vida, disfruten de su vida y naveguen o no, es sencillamente una decisión personal.
maria
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