“Yo soy optimista por naturaleza, porque soy bajo de estatura. La gente baja tiende a ser optimista porque sólo puede ver la parte de la botella que está llena y no llega a ver la parte vacía”
Hoy esta frase de Friedman me hizo sonreír, sobre todo teniendo en cuenta que yo no llego al metro sesenta. No se si será por la altura o por la carga genética (ambas interrelacionadas la verdad) pero me resulta más interesante que la tendencia a ver la botella medio llena dependa menos de una herencia inalterable y más de una personalidad moldeable. En general prefiero pensar, que las personas son mas frecuentemente motivadas por sus actitudes que por sus instintos.
Las personas optimistas tienen un gran sentido pragmático al guardar preferentemente los buenos recuerdos, los éxitos del pasado, las relaciones gratificantes o las partes más gratificantes de cualquier relación. Siempre me han gustado más aquellas personas que sienten que en general las cosas le han salido bien en la vida.
El problema de los que permanecen estancados en el ayer doloroso de su autobiografía es vivir prisioneros del miedo o el rencor, muy malos compañeros de viaje, la mezcla de culpa y resentimiento amarra a un papel de victima que paraliza. Hacer las paces con el pasado, por muy espantoso que nos pueda parecer, libera y nos repone a enfrentarnos mejor a nuestro destino. Como bien dice un amigo mío “a toro pasado todos son machos” y no es justo juzgar el pasado con la ventaja que da saber el resultado de las decisiones que se han tomado.
Me gusta rodearme de optimistas, me dan seguridad y me encanta tomarme el esfuerzo de serlo porque así a los que rodeo puedo contagiar un poco de ello. Hoy como siempre hago, hable con unos cuantos optimistas, bajos y altos, gordos y delgados, porque en ellos no se si habrá un gen común, lo que si se es que su actitud es muy optimista.
Hoy duermo mejor.
Hoy esta frase de Friedman me hizo sonreír, sobre todo teniendo en cuenta que yo no llego al metro sesenta. No se si será por la altura o por la carga genética (ambas interrelacionadas la verdad) pero me resulta más interesante que la tendencia a ver la botella medio llena dependa menos de una herencia inalterable y más de una personalidad moldeable. En general prefiero pensar, que las personas son mas frecuentemente motivadas por sus actitudes que por sus instintos.
Las personas optimistas tienen un gran sentido pragmático al guardar preferentemente los buenos recuerdos, los éxitos del pasado, las relaciones gratificantes o las partes más gratificantes de cualquier relación. Siempre me han gustado más aquellas personas que sienten que en general las cosas le han salido bien en la vida.
El problema de los que permanecen estancados en el ayer doloroso de su autobiografía es vivir prisioneros del miedo o el rencor, muy malos compañeros de viaje, la mezcla de culpa y resentimiento amarra a un papel de victima que paraliza. Hacer las paces con el pasado, por muy espantoso que nos pueda parecer, libera y nos repone a enfrentarnos mejor a nuestro destino. Como bien dice un amigo mío “a toro pasado todos son machos” y no es justo juzgar el pasado con la ventaja que da saber el resultado de las decisiones que se han tomado.
Me gusta rodearme de optimistas, me dan seguridad y me encanta tomarme el esfuerzo de serlo porque así a los que rodeo puedo contagiar un poco de ello. Hoy como siempre hago, hable con unos cuantos optimistas, bajos y altos, gordos y delgados, porque en ellos no se si habrá un gen común, lo que si se es que su actitud es muy optimista.
Hoy duermo mejor.
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