la vida es ese continuo y preciso trascurrir de emociones, sentimientos, sensaciones y acciones. Todas tienen sentido, todas tienen valor y todas la configuran.
maria

viernes, 6 de mayo de 2016

Tobias y Adelaida

Publicado a las 15:53 del 24 de Octubre de 2009     
Tobias y Adelaida
 

La mano de Tobías recorrió la cama; le gustaba estar así, con las piernas abiertas, una mano acariciando la sabana y con la otra rascándose el sexo suavemente, jugar despacio con el pene, sentir que era mas suave, mas terso que la sabana. Volvió el cuerpo, quedándose sentado, escuchando durante un momento; los padres roncaban acompasándose el uno al otro. Tobías abrió la ventana cruzando el hierro de la contraventana para que no sonase con el viento, salto a la calle y corrió; corrió hasta sentir su poderoso aliento, los muslos, los pies, las rodillas, el sexo, el pecho, los brazos, los ojos y la boca. Allí estaba, tendido, riendo, lanzándole su espuma.
Tobías se paro, ofreciendo su cuerpo al abrazo del amigo, el mar le beso en mil partes, y Tobías se sumergió en él, se abandono a las caricias. Rendido, Tobías se dejo caer sobre la arena, la marea le avanzaba desde los pies a la boca, dejándole al retirarse un comezón, como si las estrellas vieran su desnudez; pero otra vez volvió la mar enamorada a cubrir su cuerpo, haciendo flotar su sexo como si fuera un alga. Tobías retenía el agua con sus manos, acariciándose el cuerpo lentamente; y otra vez volvía el mar, celoso de sus manos.
Tobías reía cubriéndose el sexo, alejándole del agua dejándoselo ver a las estrellas, apretándole, volviéndolo poderoso poco a poco. Tumbado en la arena, abría sus miembros como si cuatro caballos tirasen de ellos y en medio de su deseo, erguido, desafiando el mar y las estrellas; volvió una mano al agua, dejándose arrastrar, hundiéndose en busca del útero marino.
El autobús dio un gran bote, abandonaban la pista metiéndose por un camino de tierra y de cascotes; el vaivén y los saltos desamodorraron a Adelaida; la vega se extendía hasta unos montes, tras de los que se adivinaría el mar; el campo estaba solo, abrasado y embellecido por el sol, encendido como una mujer que espera a un hombre.
Adelaida se estiro, se entreabrió como los campos al sentir el sol sobre su cuerpo, entrecerró los ojos, dejando al sol que la tomase. La bocina del autobús la saco de su ensoñamiento; entraba en el pueblo y los chiquillos corrían flanqueándolos con gran alboroto. Adelaida miro con curiosidad; al final de la calle un grupo de personas parecían aguardarlos; las voces de los niños les llegaban con claridad: “La maestra” Adelaida sonrió; no la habían engañado, su llegada era todo un acontecimiento.
Tobías beso a su madre, y salio corriendo de la casa; tenia que llegar a la playa antes que volviesen los pescadores. Este era un día muy importante: con la llegada de la maestra podría retrasarse su salida al mar. El padre quería mandarle a la escuela, pero le necesitaba para la pesca. Tobías se sentó en la arena. Aun no se veían las barcas. La madre estaba convencida, y hasta casi el otoño en que empezaría a escuela, ayudando al padre en el trabajo terminaría de convencerle. Tobías miro el mar, dentro de poco se metería en el hasta perder de vista la playa; sonrió, y levantándose, agito los brazos; las barcas regresaban.
El padre término de encender la pipa miró a Tobías fijamente.
- Bien, Tobías: saldrás conmigo a la mar; pero esperaremos a que el buen tiempo se asiente.
Tobías se agarro a la mesa para no saltar, aparto los ojos de su padre y asintió con la cabeza
A simple vista la habitación era muy amplia, con sus paredes tan altas y pintadas de blanco; un gran ventanal ayudaba a crear esa sensación. En una esquina habían puesto una mesa chiquita con una silla; ese era el detalle que le habían prometido; al lado estaba cama, una cama grande,
Demasiado grande para una perdona sola. Adelaida sonrió, le gustaba la habitación; hasta el armario enorme que casi ocupaba una pared, abrió una de sus puertas. Una mujer hermosa la miraba con una indefinible sensación de tristeza Adelaida reconoció el suéter y la falda, miró sus ojos que en un tiempo eran negros, como el reflejo del sol en la pizarra; ahora el espejo se los devolvía cubiertos por una leve niebla, agrietados por leves líneas de oro.
La oscuridad casi total le impedía ver claramente su cuerpo; no podía imaginar el tiempo que había permanecido así, ahora la llenaba una sensación antigua, una sensación que hacia muchos años le llevaba a desnudarse delante del espejo, descorrió los visillos y la luna resbaló por las baldosas, su débil luz rompió el encanto. Adelaida volvió frente al espejo. Cuantos años de lucha, de ilusiones se acumularon frente al cristal. Despacio, muy despacio, comenzó a desnudarse. El suéter, la blusa, la falda y la braga, se amontonaron a sus pies, miro su cuerpo desnudo, su sexo semioculto, pleno, sus pechos llenos y recordó el tiempo en que deseaba ser así, recordó el tiempo en que soñaba con su madurez. Vio como lloraba su imagen, vio a la hermosa mujer llorar desnuda, corriendo hacia una niña, corriendo hacia una pura e intransigente adolescente. Todo estaba en silencio, solo la voz del mar vibraba en los cristales. Cerró la puerta del armario, rescatando lentamente a la mujer de carrera, abrió la ventana y el aire la envolvió, bebiéndose sus lágrimas, llenándola con el rumor del mar, salio a la calle sonriendo a la niña, a la pura adolescente, no, aun no la había traicionado. Despacio, sintiendo la arena en los pies, se dirigió a la playa.
Aquella noche la mar estaba embravecida; compitiendo en belleza con el cielo, en sus ondas de azabache la luna se rompía, quebrándose en mil trozos de plata; las ondas estallaban, pariendo olas que inundaban el espacio con millones de rosas de pétalos de espuma. El cielo titilaba vestido de marino, anhelante; y al lado, en el fondo, sin saber por quien, los dos se fundirían en un acto de amor casi infinito.
Adelaida se sentó, apoyándose contra una barca; la maravilla del instante la colmo, lo recibió de pleno. Y allí, desnuda entre las barcas, con las manos enterradas en la arena, en medio del agua y las estrellas. Adelaida se noto, asumió su vida por completo. Fue como nacer de nuevo. Sintió como jamás sintiese, la plenitud, la hermosura de su cuerpo. Entonces sucedió, le vio salir del mar, como rompiendo las aguas, como si juntándose todas las olas, hubiese parido la rosa mas hermosa, el ser mas bello de la tierra,
Tobías se tumbo en la arena, prohibiendo al mar y las estrellas que lo turbasen. Entonces la vio. Como surgiendo de las barcas venia hacia el, desnuda y sonriendo como la diosa del mar. Tobías se sintió invadido por algo sobrenatural; cogio la mano de Adelaida y corrió, corrió, llevándola al otro extremo de la playa. Detrás de unas rocas, en una diminuta cala, estaba su bolsa; Adelaida descendió, recibiendo a Tobías en sus brazos. Al caer la tarde, los dieron por perdidos. A mar los llevaba contra el cielo, haciendo que el acto de amor fuera infinito.
M.
 
 

Comentarios de los usuarios:
  AMOLIBRE dijo el 25 de Octubre de 2009 a las 12:49...
PRECIOSO RELATO
  AMCID9 dijo el 27 de Octubre de 2009 a las 09:58...
Vida no puedo hacer comentario cualquier cosa que dijera seria estropear tu vonito relato U nbeso Wpa

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